EL HOMBRE
QUE NO PUSO OFRENDA
Había un señor que no quería hacer Todos
Santos, decía que no era cierto, que no vienen, y se burlaba de que los demás
sí creyeran. El día de Todos Santos se fue al monte por leña y allá lo
espantaron los muertos. Que le dicen: “¿Por qué otros nos están dando y tú no?
A otros amigos les están dando su comida, sus tamales, hay todo, ¿y por qué tú
no vas a hacer nada?” Todavía llegó a su casa con trabajos y pensó: “Sí es
cierto lo que dicen, hay que hacer Todos Santos”. Pero ya era tarde, ya se
estaba muriendo. Ya se apuraron a buscar pollo y cosas, pero de qué servía. Se
murió en el monte porque no quiso hacer Todos Santos. Allá lo espantaron. Por
eso es que toda la gente ya hace Todos Santos.
EL HOMBRE QUE
NO RESPETÓ EL DÍA DE DIFUNTO
En cierta ocasión, un hombre no
respetó el día de difuntos Se trataba de un hombre que no quería perder un solo
día de trabajo en su parcela. Así que cuando llegó la fecha de celebrar el día
de difuntos se dijo: “No voy a perder mi tiempo en este día, debo ir a trabajar
a mi parcela, cada día debo buscar algo para comer y no voy a gastar mi dinero
para esta fiesta, que además me quita mucho tiempo.” Así que se fue a trabajar
al campo, pero cuando estaba más ocupado escuchó una voz que salió del monte y
le decía: “Hijo, hijo, quiero comer unos tamales (kuatzam).” El hombre se quedó
muy sorprendido y pensó que era su imaginación la que le hacía oír cosas, pero
poco después escuchó claramente otras voces, como de personas que conversaban
entre sí y lo llamaban por su nombre; reflexionó sobre lo que estaba sucediendo
y comprendió que eran voces de su padre y familiares difuntos que clamaban por
las ofrendas que les había negado. Inmediatamente dejó su trabajo y regresó
corriendo a su casa; ahí le dijo a su mujer que matara unos guajolotes e
hiciera unos tamales para ofrendarlos a sus difuntos en el altar familiar.
Mientras la mujer trabajaba sin cesar en la cocina preparando las ofrendas, el
hombre se acostó a descansar por un rato. Cuando todo quedó listo fue la mujer
a despertar a su esposo. No logró despertarlo, pues el hombre estaba muerto; aunque
había cumplido con lo que pedían sus familiares difuntos, estos de todos modos
se lo llevaron. Es por eso que en la Huasteca se cree que es una obligación
preparar ofrenda para los difuntos; de esta forma se les complace y se comparte
junto con ellos la alegría que se vive en familia. Por eso nunca se debe dejar
de ofrendar a los muertos el 2 de noviembre; se prenden cohetes y bombas para
que su ruido espante al demonio; también se encienden velas para que iluminen
el camino al difunto. Si a éste le gustaba mucho el aguardiente, por ejemplo,
se le debe comprar y poner en el altar para que lo tome. Estos ritos son
obligatorios, porque si no se celebran es muy posible que los muertos se lleven
al dueño de la casa.
Las leyendas aquí referidas fueron extraídas de Amparo Sevilla (Coord.), De Carnaval a Xantolo: contacto con el inframundo, Conaculta, México,2002 http://www.conaculta.gob.mx
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