Playa de Santander

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Playa de Santander en Alto Lucero

miércoles, 23 de julio de 2014

Toros, licor y canciones: Xiqueñada

Francisco De Luna

Xalapa, Ver.-Sientes morir cuando tienes enfrente al toro y si te da la cornada no sabes qué más puede ocurrir, explica Alejandro Morales, un joven de 25 años de edad quien cuenta que su sueño es ser torero y hasta el momento la única forma de lograrlo es participar en la xiqueñada.

En las calles de la zona centro del municipio de Xico que fueron adaptadas para el encierro de los animales la fiesta comienza a las 12 del día, luego de los tres cuetazos que resuenan el cielo; entonces es momento de refugiarse ya que el toro buscará a quién embestir.

“Se sienten bastantes nervios estar en la zona donde el animal de más de 300 kilos pasará corriendo. Esto se hace por gusto y todo el tiempo hay miedo” cuenta el experimentado participante al término de la fiesta, evento  que se ha convertido en un tema polémico con los defensores de la vida.

También dijo que el toro al salir a la calle sólo busca matar, la desesperación y los gritos lo hacen buscar salida y al verse desesperado comienza a enfurecer y en todo momento arremeter con sus cuernos.

Las calles frente a la iglesia donde se le venera a Santa María Magdalena, están repletas de gente, de turistas, de familias enteras vestidas con camisas a cuadros, botas y sombreros para representar lo vaqueros que son.

En el sitio las banquetas lucen llenas de gente sobre las gradas improvisadas, los techos, los balcones salientes. Las escenas en el lugar son distintas, ahí se observa a quienes se empinan las botellas de cervezas, las moritas y los “toritos” para estar “al tiro” cuando el toro corra, caiga o embista a alguno.

Esta ocasión, 20 toros de lidia fueron los que participaron en la xiqueñada, procedentes de Michoacán y Tlaxcala, todos con peso de entre 350 y 450 kilos, mismos que llegaron la madrugada de este martes a las 02:00, indicó Miguel Ángel Izaguirre, integrante del Comité de la “pamplonada”.

Algunos participantes sin playera o la camisa mojada de sudor y “chelas” corren frente al toro que segundos antes provocaron. Entonces los asistentes aplauden, bailan y hasta “mientan madres”, porque quieren más, el deseo es ver que el animal aviente a alguien, dice Argelia, una señora regordeta que sostiene un vaso de cerveza y bajo sus pies varias botellas del licor conocido como “morita”.

Andrés, un joven de 17 años de edad del municipio de Coatepec, fue el primer herido y cuenta que luego de varias vasos de “caña” decidió ir al baño y atravesó la acera cuando de pronto vio al toro a escasos metros, entonces quiso librar el golpe, trató de subir a la tarima pero de inmediato el cuerno ya había perforado su pierna derecha.

Al paso de una hora el ambiente se convierte en un asunto de mayor algarabía, al tono de las cervezas, los toritos o las moritas, todos gritan, cantan las canciones de la Arrolladora Banda el Limón, La Trakalosa de Monterrey o de Julión Álvarez.

Las calles lucen coloridas, al fondo la iglesia donde a las 12 del día se le celebra la misa a la patrona del pueblo, Santa María Magdalena. El calor parece sofocante y la temperatura es de 29 grados, aunque en ese momento ninguno se interesa en ello.

Bailan, echan novio o conquistan, es la mera fiesta, parece que nada importa pues los elementos policiacos que custodian la entrada al palacio municipal, no detienen al joven que en ese momento descubren que orina debajo de las gradas pero frente a las puertas del ayuntamiento.

La fiesta con más de 40 años de desarrollarse en Xico continuará, por mucho más tiempo, pues es el atractivo del pueblo. Toros, vaqueros, licor, son elementos se convirtieron en la identidad del pueblo que ha generado polémica entre los protectores de animales.



sábado, 19 de julio de 2014

Panorama prehispánico en Cantona y lo árido de Tepeyahualco

Francisco De Luna

Tepeyahualco, Puebla.- En un ambiente árido, donde el aire siempre sopla fresco, entre cactus, haciendas que remontan a un siglo, postales en color sepia y vías del tren que cuentan historias revolucionarias, son los paisajes que en cada paso regalan al visitante al llegar y adentrarse al municipio de Tepeyahualco de Hidalgo, Puebla.

Ahora, si eso no bastara y es necesario retroceder a otras épocas, como por ejemplo ir a lo prehispánico, en Cantona, una ciudad amurallada con cientos de calzadas que se pierden como laberintos entre pirámides, es otra de las opciones en esta localidad enclavada entre los valles poblanos.

Ahora, si eso no bastara y es necesario retroceder a otras épocas, como por ejemplo ir a lo prehispánico, en Cantona, una ciudad amurallada con cientos de calzadas que se pierden como laberintos entre pirámides, es otra de las opciones en esta localidad enclavada entre los valles poblanos.

Este poblado regala inimaginables fotografías que van desde hermosos atardeceres en color  dorado, contraluz de magueyes o contornos de antiguas arquitecturas donde diversas leyendas se encierran sobre estas planicies ubicadas a 2 mil 400 metros sobre el nivel del mar.

La quietud es casi sepulcral, pareciera un pueblo fantasma, donde el sonido del viento es lo que más se puede escuchar. Su significado es “Cerco entre cerros”, pues enormes montañas de roca permanecen como los gigantes que custodian y miran hacia el municipio donde las casas son de colores vibrantes.

Solo basta mirar a los alrededores para capturar imágenes que se pierden entre los horizontes; una polvareda a lo lejos se levanta como manto en color castaño, luego se pierde entre las paredes montañosas.

También al paso unas lagartijas regordetas y negruzcas brillantes asoman de sus cuevas, toman los rayos del sol y al sentir la presencia humana, se escoden y observan desde adentro.

Mientras tanto los minutos avanzan y las nubes que revolotean al cielo teyehaualquense anuncian una gran tormenta. Entonces los pocos caminantes del pueblo, corren a refugiarse y ya dentro de sus casas aprovechan para tomar tazas con café y aroma de canela.

Al llegar a la ciudad prehispánica “Cantona” que significa “Casa del Sol” y que los Arqueólogos tras 19 años de investigación consideran que en este lugar se desarrolló una parte de la cultura Olmeca-Xicalanca.

Aún esto es dudoso, las indagaciones continúan, aunque de cierto es que estas pirámides son del 200 antes de Cristo (A.C) y que fue una cultura dominante en el comercio de la obsidiana sobre la franja del Golfo de México.

Estos sitios limitan con el estado de Veracruz, sobre Perote, lugar desde donde basta una hora para poder adentrarse a estos territorios que pareciera fueron sacados de pinturas y postales del siglo XIX.

Los callejones en Cantona te llevan y pierden entre enormes paredones, hay que buscar salidas, nuevas opciones porque más arriba otras pirámides esperan y ya desde lo alto se pueden observar tonalidades cafés y más restos de la ciudad prehispánica que sigue bajo árboles, grandes rocas y tierra arenisca.