Tepeyahualco,
Puebla.- En un ambiente árido, donde el aire siempre sopla fresco, entre
cactus, haciendas que remontan un siglo atrás, postales en color sepia y vías del
tren que cuentan historias revolucionarias, son los paisajes que en cada paso
regalan al visitante al llegar y adentrarse al municipio de Tepeyahualco de
Hidalgo, Puebla.
Ahora, si
eso no bastara y es necesario retroceder a otras épocas, como por ejemplo ir a
lo prehispánico, en Cantona, una ciudad amurallada con cientos de calzadas que
se pierden como laberintos entre pirámides, es otra de las opciones en esta
localidad enclavada entre los valles poblanos.
Este
poblado regala inimaginables fotografías que van desde hermosos atardeceres en
color dorado, contraluz de magueyes o
contornos de antiguas arquitecturas donde diversas leyendas se encierran sobre
estas planicies ubicadas a 2 mil 400 metros sobre el nivel del mar.
La
quietud es casi sepulcral, pareciera un pueblo fantasma, donde el sonido del
viento es lo que más se puede escuchar. Su significado es “Cerco entre cerros”,
pues enormes montañas de roca permanecen como los gigantes que custodian y
miran hacia el municipio donde las casas son de colores vibrantes.
Sólo
basta mirar a los alrededores para capturar imágenes que se pierden entre los
horizontes; una polvareda a lo lejos se levanta como manto en color castaño,
luego se pierde entre las paredes montañosas.
También
al paso unas lagartijas regordetas y negruzcas brillantes asoman de sus cuevas,
toman los rayos del sol y al sentir la presencia humana, se escoden y observan
desde adentro.
Mientras tanto
los minutos avanzan y las nubes que revolotean al cielo teyehaualquense
anuncian una gran tormenta. Entonces los pocos caminantes del pueblo, corren a refugiarse
y ya dentro de sus casas aprovechan para tomar tazas con café y aroma de
canela.
Al llegar
a la ciudad prehispánica “Cantona” que significa “Casa del Sol” y que los arqueólogos tras 19 años de investigación consideran que en este lugar se
desarrolló una parte de la cultura Olmeca-Xicalanca.
Aún esto
es dudoso, las indagaciones continúan, aunque de cierto es que estas pirámides
son del 200 antes de Cristo (A.C) y que fue una cultura dominante en el
comercio de la obsidiana sobre la franja del Golfo de México.
Estos sitios limitan con el estado de Veracruz, sobre Perote, lugar desde donde basta una hora para poder adentrarse a estos territorios que pareciera fueron sacados de pinturas y postales del siglo XIX.
Los callejones en Cantona te llevan y pierden entre enormes paredones, hay que buscar salidas, nuevas opciones porque más arriba otras pirámides esperan y ya desde lo alto se pueden observar tonalidades cafés y más restos de la ciudad prehispánica que sigue bajo árboles, grandes rocas y tierra arenisca.
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