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Durante 87 días, desde el pozo Macondo, situado a 1.500 metros de profundidad, fluyeron 4.900 millones de barriles de petróleo, que contaminaron los humedales del Delta del Misisipi y las costas de
Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida, según datos de la Agencia estadounidense de Protección Ambiental (EPA).
Hoy, coincidiendo con el quinto aniversario de la tragedia, los buscadores de ostras de Pointe à la Hache (Luisiana), un enclave de pescadores negros, se reunieron para recordar y decir que, aunque las playas y las aguas están limpias de petróleo, la recuperación económica y social está muy lejos de alcanzarse.
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"Hemos sido destruidos. Ya no hay nada", afirmó contundente Byron Encalade, uno de los líderes de la comunidad pesquera, que se lanzó al mar siendo un crío y, antes del vertido, pudo hacerse con un barco y dar trabajo a dos sobrinos y cinco primos.
"Este era el escenario número uno del marisco en Luisiana. Antes venían amigos hispanos de Texas y mexicanos a trabajar con nosotros. Se quedaban aquí seis, nueve meses o un año. Pero se han ido. Ya no hay nada", aseguró a Efe el hombre, de 60 años, que extendió las consecuencias del desastre tanto a la pesca como al turismo.
Lo único que permanece en este "pueblo fantasma" es la "pobreza", los reclamos de justicia y las quejas contra la petrolera británica BP, describió por teléfono Encalade.
Coincidiendo con el aniversario, la compañía petrolera publicó en su web una imagen de sus directivos en silencio recordando a los once trabajadores que murieron en la explosión.
También destacó que durante estos cinco años ha gastado más de 28.000 millones de dólares en labores de restauración medioambiental, indemnizaciones e investigaciones científicas.
Precisamente, en un informe publicado la semana pasada, la empresa asegura que el Golfo de México está volviendo a las condiciones preexistentes al vertido, pues las áreas afectadas se están recuperando más rápido de lo previsto, la fauna marina se robustece y no se prevén efectos a largo plazo.
"El Golfo está mostrando fuertes signos de recuperación medioambiental, especialmente, debido a su resistencia natural, la respuesta sin precedentes y los esfuerzos de limpieza", afirmó la vicepresidenta ejecutiva de BP en materia medioambiental, Laura Folse.
Sin embargo, aunque la mayoría del petróleo se ha evaporado o diluido, un estudio del profesor de Oceanografía de la Universidad de Florida Jeff Chanton alerta de que entre 22,71 y 37,85 millones de litros de crudo están enterrados en las profundidades del mar.
Teniendo en cuenta esta investigación, el organismo National Wildlife Federation, en un informe publicado este mes, analizó cuál ha sido el impacto del vertido de crudo en 20 especies animales diferentes y habla de consecuencias todavía palpables que pueden perdurar años e incluso décadas.
El grupo explica que la tragedia medioambiental ha dejado un rastro de mil delfines muertos, entre 27.000 y 65.000 tortugas fallecidas, así como la desaparición del 12 % de los pelícanos marrones y el 32 % de las gaviotas en la zona norte del Golfo.
Hace cinco años, el presidente estadounidense, Barack Obama, describió el incidente como "el peor desastre medioambiental que Estados Unidos haya encarado jamás", y prometió que la petrolera pagaría "la factura" del vertido.
La batalla en los tribunales contra BP, que comenzó en diciembre de 2010, todavía no ha terminado y aún queda por saber la cantidad exacta de crudo que se derramó al mar para que un juez federal de Luisiana fije este año las multas correspondientes.
A punto de cerrarse la batalla judicial y cinco años después, ser capaces de afrontar una tragedia similar se ha convertido en la prioridad, no solo de las organizaciones medioambientales, sino también del Gobierno estadounidense y de las empresas petroleras.
Beatriz Pascual Macías
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