Sin rumbo fijo

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miércoles, 11 de marzo de 2015

En los zapatos de Naolinco

Texto: Francisco De Luna
Foto:   Jessica García

Xalapa, Ver.-Al llegar a Noalinco, un viento frío de ocho grados dispersa el olor a piel curtida y calzado nuevo. Se trata de un aroma que no pasa desapercibido, así como el resonar de los martillazos que se escuchan en cada uno de los talleres donde se fabrican de manera artesanal los zapatos.

Recorrer las calles “Gutiérrez Zamora” o “Doctor Rafael Lucio” es encontrarse en cada local un exhibidor rústico o moderno con diversos pares de botas, chamarras de piel, carteras, gorras, cinturones, que a su vez se convierten en postales de ese pintoresco pueblo.

Se trata de un rincón veracruzano, un municipio enclavado en la montaña que busca alcanzar la denominación de pueblo mágico. Su significado es “Lugar de los cuatro movimientos del sol”.

Tiene casi 20 mil habitantes y su gente se expresa con cariño de esta tierra donde todo parece calmado, quieto y solitario que incluso da una sensación de nostalgia.

Aquí todo es incierto, sobre todo el tiempo. De pronto asoma el sol, pero cuestión de segundos un nubarrón nubla todo, la niebla baja y cubre con su manto a las calles empedradas y a esas casas coloniales, pues algunas datan del año de 1519.

Naolinco se ubica a una hora de la ciudad de Xalapa y el recorrido en la carretera que serpentea entre los cerros es de aproximadamente 35 kilómetros.

En este poblado todo se puede convertir en fotografía. La señora que vende los coloridos dulces de coco, el señor en su puesto de panes, los ancianos platicando sus anécdotas en la explanada de la iglesia o la familia que vende productos elaborados con barro y pintados a mano.

Para don Luis Meza el productor y artesano del calzado, el pueblo de por sí es mágico, incluso misterioso con esas leyendas que se cuentan y que a muchos de niños les ha hecho acelerar el palpitar de sus corazones.

El zapato, un modo de vida

La historia de la industria del calzado en Naolinco, se remonta desde el año de 1750, cuando de manera rudimentaria se elaboraban para los campesinos, “tenían que ser fuertes, muy resistentes y de pura piel”, refiere don Luis Meza.

Él desde hace 54 años se ha dedicado a este oficio. Hizo de la elaboración del zapato un modo de vida. Con este trabajo sostuvo económicamente a su familia y logró dar estudios profesionales a sus hijos.

Entrevistado en su taller marcado con el número 10 ubicado en la calle“Fernando Gutiérrez Barrios”, muestra una bota del número ocho y medio que es un pedido especial de una mujer “que calza grande”, dice y sonríe.


El ambiente huele a pegamento, a cuero recién procesado, pero esa esencia a pausas se va dispersando, porque de los mil productores de zapatos que llegaron a existir hace 30 años, actualmente sólo quedan 250.

Los zapatos y productos del continente asiático han acabado con lo artesanal de Naolinco. Les han peleado las ventas con precios bajos pero de mala calidad, dice don Luis quien lamenta que esta industria vaya perdiendo camino.

En la década de los 80, Naolinco llegó a ocupar el lugar número 7 a nivel nacional en ventas y producción artesanal. Hoy de esas posiciones sólo quedan los reconocimientos y los buenos recuerdos.

Los precios que ofrecen como productores van desde los 150 pesos; eso hace 30 años les permitía ventas, “había filas y filas de camiones esperando ser llenados. En una noche todo nuestro producto se vendía y quedábamos vacíos en los locales”, relata don Luis Meza.

Este pueblo es popular por la fabricación de calzado, por el día de muertos cuando grandes calaveras son colocadas en las calles, así como la impresionante vista a las cascadas que se puede observar desde el “Balcón de la muerte”.



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