Por Francisco De Luna
Poza Rica, Ver.- El pulque o la “bebida de los dioses”, como también se le conoce, sufre el peligro de extinción; los magueyes se están acabando y muy pocos se dedican a producirla, está siendo desplazada por la venta de cerveza y otros licores que matan el consumo y la preferencia con las nuevas generaciones de la juventud, es así como lo describió Honorio Espinoza de la pulquería “El Almendro” ubicada en la calle J. Bermúdez de la Colonia Ricardo Flores Magón.
El sabor, olor y consistencia viscosa, hace que los clientes regresen para beberla, algunos cada tercer día, otros cada semana, pero hay quienes ya no regresan. Las pulquerías se extinguen a través de los años, subsisten sólo tres en la ciudad, de las 20 que había hace 40 años.
No hace mucho que cerró sus puertas la pulquería el Oasis, también de la Ricardo Flores Magón. En estos días continúan con la venta “El Almendro”, “La pasadita” y “Las Abuelas”.
“El Almendro” el lugar que luce color amarillo con blanco, unas mesas y la barra, es el sitio en el que se dan cita varios trabajadores después de la jornada. A veces en silencio y de momento las canciones rancheras se apoderan del ambiente y no falta el que diga “¡Salud!” y levante su vaso en señal que su paladar degustará de la bebida de los aztecas.
Es el ambiente del pueblo, “lo populacho” como lo dicen ellos, porque ahí no existe la falsa sociedad, ahí se dicen tal y cual piensa uno de otro, “¡Hey! Alacrán, vente pa´ca, ¿a dónde vas?, tenemos que seguirle, no mames, chíngate este último jarro”, mientras que el “alacrán” responde que sólo irá a echarse “una medallita”.
Son hombres de rostros profundos, bebedores del néctar de maguey, algunos mujeriegos, pero también nunca falta la mujer que acompaña al marido u otro de sus amores. En la “pulcata” es fácil escuchar de todo, hay quienes les lloran a sus mujeres, no importan las groserías, tampoco el humo del cigarro que se enciende como la nostalgia de quienes recuerdan infancias que se intercambian entre pláticas de amigos y desconocidos al momento que todos piden su jarro de curado de diversos sabores, así como el cascarudo (el pulque más fuerte), porque es una de las identidades del mexicano.
Los consumidores consideran que estar en la pulquería es como estar en casa, de pronto los amigos bromean, cantan, los foráneos recuerdan sus pueblos pero reviven sus momentos con el sabor de la bebida.
Al pulque también se le han atribuido diferentes propiedades curativas, pues hay quienes aseguran beberlo para evitar la diabetes o para controlarla, aunque también se cree que es afrodisíaco, lo que sí es seguro que entorno a la bebida giran mitos y realidades.
Ahora estos giros comerciales ya no tienen las mismas características coloniales que hacían ofrenda a los Aztecas, pues también se han ido adaptando a través de los años. La música ranchera era una de las particularidades, los consumidores con sombreros y nunca podía faltar la afinada garganta o voz aguardentosa que cantara las piezas musicales de Vicente Fernández, José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Pedro Infante y otros ídolos de la música vernácula.
Actualmente las pulquerías pasan por un estado decadente por la popularidad que tiene la cerveza y otras bebidas alcohólicas, además de la apertura de bares, cantinas y discotecas, a tal grado que se ha visto reflejado en la venta del pulque, ya que por lo menos hace 30 años se lograba la comercialización de mil litros diarios, y ahora sólo cien, pero cuando el comercio es pésimo a penas se venden 60 litros.
El precio por litro es de ocho pesos, pero también depende si es curado que consiste combinarlo con jugos de fruta de temporada, el pulque natural es de color blanco y el más demandado por la gente mayor. Pulque curado, los hay de piña, jobo, cacahuate, pistache, nuez y más sabores.
Honorio Espinoza, hijo del fundador de la “pulcata” hace más de 30 años, dijo no recordar la fecha exacta, pero recuerda que en un principio el negocio se ubicaba en la calle Andrés Quintana Roo de la Flores Magón, en donde se daban cita importantes trabajadores de Petróleos Mexicanos, quienes eran los clientes que abarrotaban las barras, pero al tiempo que se fueron de la ciudad la bebida de los dioses cayó casi al 90 por ciento.
Hace por lo menos cinco años tuvo que reducir la compra de pulque que le traen de Tulancingo Hidalgo y aunque le surten todos los días, sabe que la venta ha mermado por la competencia de las cervezas y otros licores.
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