Francisco De Luna
Nuestro termómetro indicaba que la temperatura era de
cero grados Celsius, en ese instante se complicaba la escalada, cada paso era
más lento, la respiración se dificultaba, el latir del corazón se escuchaba con
perfección.
Era un mar, un gigante de nubarrones que abrazaba
todo el horizonte que se muestra infinito sobre el territorio veracruzano. No
había tiempo que perder, era momento de enfocar la cámara fotográfica y
capturar ese instante.
A esas alturas el aire pareciera que chifla, cuando
cesa, no hay más ruido. Predomina la tranquilidad, también las tonalidades de
colores azules, verdes, blancos y grisáceos por donde se pasea la vista y se
pierde entre las montañas que sobresalen y parecen tocar el cielo.
Ahí el paisaje ofrece diversos espectáculos, aves
que extienden sus alas en esas alturas. Al subir la montaña el color verde es
predominante, de pronto cambia a color sepia donde las enormes rocas imponentes
detienen el viento y expande al banco de nubes que anuncian las tormentas.
Desde el Cofre se pueden admirar a la “Mujer
dormida”, Popocatépetl, al “Pico de Orizaba” cubierto de nieve, pero también a
los poblados asentados en las faldas de los cerros. Los panoramas son como
salidos de un cuento o una pintura, simplemente extraordinario.
El Cofre de Perote, tiene una altura de 4 mil 200
metros sobre el nivel del mar; los indígenas, nahuas y totonacos le nombraron
Naupatecutepetl que significa “Cuatro veces señor”.
Esta montaña se trata de un volcán apagado, que se
originó hace 20 millones de años, pero actualmente está inactivo. Hoy es
visitado por los turistas.
En esta ocasión tenemos una vez más la oportunidad
de compartir con ustedes la serie de imágenes que captamos y que a nuestra
vista se iban descubriendo. Este espacio de “Sin Rumbo Fijo” a través de http://delnorteasur.blogspot.mx
les ofrece para que disfruten de ese gigante de piedra.
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